Al
principio todo era obscuridad...
Bathory cumplió quince años de existencia. Es un corto período de tiempo si lo
comparamos con los Rolling, pero ubicado como está en la última década del siglo
XX donde todo avanza a velocidad vertiginosa, es una edad más que respetable,
duración que tiene más mérito todavías si tomamos en cuenta que: nunca han promovido
sus discos más que en cinco o seis países europeos (territorial y demográficamente
hablando es lo mismo que promoverse nada más en México); sólo tocaron en vivo
del '83 al '85; ha cambiado de integrantes más veces que yo de calzones; han grabado
siempre en la misma compañía de discos que los cobijó por primera vez: Black Mark
Productions, que ha crecido a la par que el grupo.
Para los entendidos de la materia, este grupo es equiparable a los más grandes
y conocidos del género como Metallica, Slayer o Venom.
Bathory empieza Suecia como el hobby de unos chavos de entre 16 y 17 años, allá
por 1983, cuando deciden hacer un grupo al estilo de Motorhead, y se bautizan
así en honor a Elizabeth Bathory, conocida también como la condesa sangrienta,
una noble rumana que pasó a la historia por bañarse en sangre de doncellas para
mantenerse joven.
En 1984 hacen su primera grabación seria en una antología llamada Scandinavian
Metal Attack (Ataque de Metal Escandinavo) que, para sorpresa suya, gusta mucho,
así que en ese mismo año lanzan su primer album llamado igual que la banda: Bathory.
El costo de producción fue de más o menos dos mil dólares y 36 horas de trabajo,
incluyendo prueba de sonido y mezcla. Es obvio, que con estos números uno puede
imaginarse que la calidad del disco deja mucho que desear, sin embargo, la importancia
que reviste este album no radica en su calidad de grabación, sino en el despliegue
de energía y brutalidad de la música. Lo que empezó siendo un desfogue experimental,
terminó como semilla de un género y disco de culto para toda una generación. (Cuando
Bathory nació, yo tenía apenas once años, por lo que sus quince años de existencia
representan para mí más de media vida.)
Su segundo disco, The Return... (El Regreso...), como título en la portada se
complementa con otra línea en la contraportada: ...Of Darkness and Evil (...De
la Obscuridad y la Maldad) conserva la misma línea que el primero: guitarras esquizofrénicas
perseguidas por bajo y batería sedientos de violencia. Las letras anticristianas
y los alaridos de ultratumba le atrajeron aún más seguidores, pero incluso entonces,
no se sabía nada sobre quién conformaba la banda. A excepción de que todos los
temas era de un tal Quorthon. Salió el tercero, Under the Sign of the Black Mark
(Bajo el Signo de la Marca Negra), que para mi gusto es el mejor de la primera
etapa black/death metalera del grupo, del personaje, ya que en ese entonces me
enteré de que ese fabuloso disco había sido grabado por una persona. En las dos
primeras grabaciones había participado una banda, pero en esta ocasión era Quorthon
quien tocaba la guitarra, el bajo, la batería y cantaba, obviamente no al mismo
tiempo, grabó cada instrumento por separado para mezclarlos al final. Los temas
ocultistas seguían predominando, pero ya no sólo estaban relacionados con el diablo,
sino también con la muerte y los ritos prerrománicos. El resultado final fue un
album contundente como un choque en contra un camión cargado con un bloque de
cemento de tres toneladas.
En su siguiente disco titulado Blood Fire Death (Sangre Fuego Muerte) entran dos
músicos nuevos: Kothaar y Vvornth. Los nombres de los integrantes corresponden
a nombres de demonios, situación más que conveniente, porque los acompañantes
de Quorthon no duraban en el grupo más de un par de meses. Así, el nuevo integrante
no tenía más que tomar el mismo seudónimo para dar seguimiento al aire de misterio
que rodeaba al grupo. Blood Fire Death es trascendental ya que marca un giro en
el estilo del Bathory original. Ahora sólo un par de canciones son satánicas y
la mayoría trata sobre mitología nórdica. El grupo intercala guitarras acústicas
y coros vikingos sin perder su agresividad característica, con ese material nace
el metal épico.
Blood Fire Death fue lanzado en 1988, año en el que Quorthon se da cuenta de la
trascendencia de su música, recibe miles de cartas de todas partes del mundo,
la mayoría escritas en un inglés apenas inteligible, las lee aunque se tarde dos
horas en una página, las contesta, cosa que no muchos artistas hacen, y mantiene
un contacto más directo e íntimo con su público. Esta constante retoalimentación
le permite seguir experimentando musicalmente, a pesar de las críticas que recibe
en la prensa subterránea.
Sus dos producciones siguientes, Hammerheart (Corazón de Martillo) y Twilight
of the Gods (Crepúsculo de los Dioses) ahondan más en el terreno iniciado en BFD.
Los coros bélicos son acompañados por sonidos marinos, teclados de notas prolongadas
y ruidos de fondo como pisadas y ladridos. Estos discos dieron la pauta para que
surgieran dos corrientes metaleras nuevas, la atmosférica y la folclórica. Para
los seguidores de Bathory cada disco era una sorpresa musical, y para Quorthon,
una razón más para regodearse y complacer a su público. Músico que no evoluciona
es un músico muerto.
Es difícil seguir a una banda, sobre todo cuando se descubre después de que ha
lanzado once discos, pero Bathory tiene edita en 1988 su Jubileum volumen I y
II para celebrar sus primeros diez años de existencia, en donde recopila lo mejor
de sus primeros seis álbumes. En verano saldrá su Jubileum vol. III (jubileo de
los quince) con la selección de sus últimos discos, Requiem y Octagon (que son
un descanso a la música melódica ya que son dos discos totalmente inclementes
para los oídos sensibles) y Blood On Ice (Sangre en el Hielo), un disco que es
una historia concebida por Quorthon con ambiente mitlógico (escandinavo, por supuesto)
que tardó más de diez años en cuajar, y cuyo librito contiene la historia de la
banda según Quorthon.
